El reloj
marcó las 8:20 de la noche, una fuerte ovación rompió con la tranquilidad del
momento.
Las luces se apagaron y en el centro del escenario, ubicado en el engramillado
del estadio, el estallido de una batería musical, que de paso iluminó al
público, hizo dar saltos a los presentes: el concierto de Maná había dado
inicio.
Ángel de amor fue la primera canción que sonó mientras los gritos de la
muchedumbre no daban tregua.
Nada de procesos ni formalidades, Maná tocó su clásica Oye mi amor con lo que
de entradita, los más de 15 mil espectadores derrocharon energía coreando, o
mejor dicho, gritando cada palabra de la canción.
Sin duda, las señoritas fueron las más emocionadas, con sus vinchas, alusivas
al grupo, y un par de traguitos encima se transformaron en ‘hechiceras’ y
junto a los mexicanos hipnotizaron a todos.
Fher, el vocalista del grupo, detuvo por unos momentos el tiempo para
dirigirse a los salvadoreños: “Hace cinco años que no veníamos (al país), y lo
vemos más bonito, con más ánimo. Ojalá y así sigan en El Salvador que son de
pura madre”, gritó el mexicano.
Pura energía
Otras rolas como Mariposa traicionera, Cuando los ángeles lloran y No ha
parado de llover también fueron parte del repertorio. Una de las chavas
ubicadas frente al escenario fue extraída del público por Fher, quien se sentó
a su lado y le cantó casi al oído El reloj cucú, la emoción de la niña era
evidente.
A las 9:57 de la noche llegó la hora de Vivir sin ella, todos desgarraron sus
gargantas para seguirle el paso.
Agresión a fotoperiodista
Estaba cerca de la barda de seguridad, empezaba la tercera canción de Maná y
hasta ese momento todo estaba bien. De repente apareció un sujeto con acento
mexicano y se acercó violentamente y me dijo: “Ya basta de fotos, cabrón”.
“Qué te pasa, si soy del diario”, contesté. “A mí me vale”, alegó y empezó a
nombrarme a mi mamá, mientras tiraba de mi cámara que se azotaba contra la
barda. Me agarró del cuello de la camisa y me sujetó la cámara con la otra
mano. La gente que estaba alrededor pedía que me soltara y no hacía caso.
En ese momento, yo me defendí. Gran error: llegaron varios sujetos más, que yo
identifico como gente de Two Show Producciones (creo que eran seis porque no
tuve tiempo de contarlos).
Instantáneamente empezaron a insultarme, me agarraron del cuello, la cámara,
la camisa e intentaban sacarme halándome con fuerza hacia el otro lado de la
barda. Cuando quisieron agarrarme del pelo, me quitaron la pañoleta de Maná y
El Diario de Hoy (patrocinador del evento) que llevaba puesta.
Ya no escuché la música sólo los gritos de la gente que pedía que me soltaran
y los insultos que intercambiábamos con ellos. Si no fuera porque el público
(en su mayoría cheras) me ayudó sujetándome de un lado de la camisa, los tipos
me hubieran sacado hacia el otro lado de la barda y quizá la agresión habría
sido peor.
Después del forcejeo, todos nos calmamos un poco y la agresión se quedó
verbal. Repetían constantemente que lo mejor sería que me fuera, literalmente
recuerdo: “Mirá pendejo, o te vas o te sacamos, pero fotos ya no podés tomar”
y aunque hubiera podido estaba cegado por la furia y la frustración del
momento. Agradezco a Dios que lo que tenía en las manos era una cámara
fotográfica.
Supuestamente sólo teníamos permitido tomar fotos durante una canción, pero a
mí nadie me había informado nada. Yo les seguía repitiendo que era del Diario
y ellos decían que les valía.
Les dije que las cosas no se quedarían así. Se burlaron despectivamente. A
grandes rasgos tengo cuatro aruñones en las manos, otro en el rostro y varios
moretones en el cuello. Agradezco que al menos lo puedo contar.
Paradójicamente, Fher dijo que “con la violencia no se arregla nada”. |