En el
escenario, una pantalla gigante mostraba la imagen de un cielo nublado.
Afuera, decenas de revendedores ofrecían las últimas entradas hasta por 80
dólares, con el precio impreso marcando los $35. Por los parlantes, con más de
8000 watts de potencia, se escuchó a los hechiceros que iniciaban su
revolución de amor. No necesitaron presentarse para ser aclamados. Maná, el
grupo latinoamericano de rock más famoso en todo el mundo, deleitaba a los
salvadoreños.
Su última aparición en el escenario nacional fue en 1998, cuando abarrotaron
el Gimnasio Nacional. “Ya los extrañábamos un chingo”, dijo Fher Olvera,
vocalista de la banda, para dar por iniciado el concierto en el Flor Blanca,
hoy llamado estadio “Jorge Mágico González”. Con él, Sergio Vallín,
guitarrista de la banda; Juan Calleros, bajista, y Alex, el “animal de la
batería”.
Un niño, con mochila de boy scout, era expulsado del estadio por uno de los
agentes policíacos. “Es de los que venden maní. Se saltó la barda”, dijo el
oficial, quien prefirió no ser identificado. El pequeño confesó que sólo
quería vender el maní y escuchar su canción favorita: “Rayando el sol”. No
pudo.
Los mexicanos abrieron la noche con “Ángel de amor”, el primer sencillo de su
último álbum “Revolución de Amor”. Luego vinieron canciones dedicadas a las
“Mariposas traicioneras”. “Quien haya tenido una decepción amorosa por una
mujer que encienda una luz”, dijo Fher. Él fue el primero en sacar su
encendedor, pero pocos lo siguieron. “¡Aquí me voy a venir a casar, porque las
mujeres son bien fieles!”, dijo el vocalista, riendo, para luego hacer bailar
a todo su público.
Y vino la dedicatoria precisa a
la ciudad. “San Salvador va recuperándose rápidamente de una cruenta guerra
que tuvo”, señaló Fher, antes de iniciar “Cuando los ángeles lloran”.
El broche de oro lo colocaron cuando dijeron “Qué quieren que les toquemos
ahora”. Inmediatamente, “Como dueles en los labios”, “Clavado en un bar” y
“Rayando el sol” fueron las clásicas más solicitadas. Y, para que no faltara
la participación del público, hizo subir a una de sus admiradoras al
escenario. La afortunada cantó junto con la banda varias canciones y,
aprovechando el momento, le arrebató un beso al mexicano.
Pero tampco faltó la política, tan de moda en plena campaña presidencial.
“Tienen que escoger a un gobernante que respete los derechos humanos de las
personas”, dijo el vocalista, preparado ya para el aplauso y la silbatina
eufórica que se le venían encima. Mientras lo decía, sujetaba junto con Sergio
las banderas entrelazadas de El Salvador, México y una bandera con el símbolo
de “amor y paz”. De cielo cayó confeti de colores rojo, verde y plateado, y
estallaron los fuegos pirotécnicos que anunciaban el final de un excelente
espectáculo. |