13 de enero de 2003, Buenos Aires, Argentina

 

"Es hasta el pueblo quieto y dulce donde yo vivía que Moglia llega con la incipiente leyenda de los años sesenta.

Era el Oscar, por entonces, la foto de un doble, la inmensa cantidad de puntos que reflejaba la estadística del partido, la selección en tiempos de grandes triunfos internacionales. Noches inolvidables pegado a la radio, soñando sus jugadas, relatando luego, por las tardes, mis propias jugadas en las que Moglia y yo, eramos la misma persona. El fanatismo por Welcome superaba en importancia al propio fútbol.

Luego, en los años 70, viviendo ya en Montevideo, tuve la revancha. La formidable experiencia de verlo jugar, de seguir sus pasos por las canchas de la ciudad en aquella reaparición que nos permitió a muchos, vivir la aventura a la que su arte incomparable nos lanzaba en cada partido. Por pocos episodios de mi historia personal valoré mi suerte de una manera tan agradecida.

Un día, siendo yo un jugador de un cuadro de Colonia, me animé a invitarlo para que fuera a disputar un partido exhibición; ahora me estaba dando el gusto, de gozar el asombro desde adentro. Por años, con los amigos del Estrella Azul, hablamos de la magia de sus pases, de los pelotazos que nos dio en la cara cuando lanzaba la pelota sin que lo esperáramos. Sólo había que levantar luego la cabeza y embocar. Aquella experiencia, compartida con Manolo Gadea, Mirande y otros, nos acercó además al ser humano.

Ya tenía mis prevenciones respecto al comportamiento muy distinto de las estrellas respecto al hombre común.

El Oscar resultó el más potente desmentido para lo que me parecía una ley.

Nunca había pasado por Colonia, por nuestra vida de amantes del basquetbol, ante los deslumbrados ojos de aquellas horas, un hombre que siendo extraordinario como actor de los sueños de la gente, fuera al mismo tiempo una cima de la sencillez, la cordialidad, la verdadera grandeza humana.

Finalmente, un día, el Oscar hizo cuanto pudo con su capacidad de persuación para que me incorporara como dirigente de Welcome. Siempre tendré una cierta pena de no haber podido responderle con una acción como la que el Club y sobre todo, el mismo Moglia, se merecían.

Al poco tiempo me fui del Uruguay y el Oscar se convirtió en una de mis mejores leyendas, recuerdos y experiencias personales.

Sólo Maradona y lo que siempre imaginé y nunca vi de Santos Pereyra, me provocaron mayor felicidad en la relación del deporte y el arte.

Cuando me llegó a Buenos Aires la noticia de la muerte del Oscar, escribí una página que leí en el arranque de mi programa. Decenas de llamados de Bahía Blanca, de Córdoba, de la propia capital, se produjeron pidiéndome que acercara sus saludos a todo el Uruguay. Es que el país basquetbolístico ha sido Moglia. Lo que recuerdan de aquellos tiempos las ciudades donde se respira basquet en la Argentina son las hazañas de Moglia.

Por donde paseó su estampa, en cada escenario donde haya ofrecido sus dobles y pases increíbles, nada puede haber más fuerte para iluminar la pasión y la propia historia del basquet.-"

 

 

Víctor Hugo Morales